¿Quién es y qué hace el educador/a familiar?
Muchas de las dificultades iniciales de eficacia, e incluso de supervivencia profesional, en el contexto de trabajo de la intervención familiar provienen de una falta de reflexión sobre qué papel desempeña el profesional dentro del trabajo de intervención con familias en el marco de los servicios sociales. Especialmente en lo concerniente a las intervenciones con niños, hay muchos momentos en los que el impacto emocional de trabajar en apoyo educativo y psicológico a las familias es muy grande.

Tener dudas puntuales sobre la propia función profesional no es un problema, y casi podría decirse que es una buena señal en un profesional que inicia su carrera. El problema es no tener una posición clara sobre el sentido de los servicios prestados a las familias, y sobre el papel que desempeñan la pobreza y las dificultades sociales en las crisis de las familias con las que trabajamos.
Seguramente hay una pregunta que representa implícitamente algunas de esas dudas:
“¿Qué características personales hay que tener para hacer bien el trabajo de educador/a familiar?”.
Lo esencial es conocer tus recursos bien y explotarlos adecuadamente en la labor educativa y de apoyo psicológico a los usuarios; todo el mundo tiene recursos, hay que hacer un buen trabajo en conocerlos y ponerlos a punto, saber cómo usarlos. Hay profesionales con un gran sentido del humor que saben usarlo en su trabajo; otros son muy reflexivos y saben usar esa cualidad para estructurar sus entrevistas con las familias; otros son muy dinámicos y activos, creando de esta característica un recurso que gusta a las familias y genera eficacia.
También es importante conocer y mejorar aspectos que van en detrimento de la eficacia, y que en cierto nivel son inevitables: responder en ocasiones con autoritarismo o crispación a la falta de colaboración extrema de algunas familias, contagiarse del ambiente de tensión ante las crisis, ir demasiado rápido en el proceso de intervención y olvidar el ritmo de la familia para la que trabajas, o encariñarse mucho con alguna familia y tener dificultad para marcar un límite entre lo profesional y lo personal (como atender a una persona fuera del horario de trabajo, o aceptar involucrarse en ayudar a una familia en aspectos que se alejan de tus competencias, etc.).
Hay algunas características generales y comunes del profesional de la intervención familiar en servicios sociales y de protección que son evidentes en los profesionales más expertos y eficaces:

• Una visión flexible y tolerante de la realidad.
• Optimismo y convicción sobre la capacidad de cambio de los sistemas humanos.
• Resistir bien las crisis, lo imprevisto, la ambigüedad (no necesitar cierres rápidos, saber “navegar en río revuelto”).
• No sentirse vulnerable emocionalmente con facilidad.
Sin duda hay muchos tipos de personalidad y estilos de vida muy diferentes entre profesionales que trabajan ofreciendo apoyo psicológico y educativo a familias en los servicios sociales; no hay un perfil más adecuado que otro: sin duda hay cientos de formas de generar un equilibrio vital que permite a un educador o a una psicóloga trabajar en contextos caracterizados por las crisis y el conflicto. Pero el optimismo quizás sea una característica común a profesionales con perfiles de personalidad muy diferentes. El optimismo es fundamental cuando se trabaja con familias que han acumulado muchas frustraciones y dificultades, puesto que generalmente tienen una visión pesimista sobre sus posibilidades de mejoría y cambio. En el proceso de intervención con familias de los servicios sociales suelen aparecer muchas dificultades sobrevenidas e inesperadas, debido a las múltiples fuentes de estrés de la familia. También son frecuentes las “recaídas” en conductas sintomáticas debido a esa situación de familia multi-estresada. Por ello, el optimismo del profesional en el proceso de intervención es fundamental.
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